De todas las esferas económicas que trastoca
la guerra en curso, sin lugar a dudas la de la alimentación es la más afectada.
Y dentro de ella el pan de trigo (herencia cultural de los patrones de consumo
forjados por la época colonial), en cuanto simbolización de la "dieta
venezolana" y rutina económica de la mayoría de la población.
La situación actual del
pan en sus distintas presentaciones para el consumo masivo, signada por la
escasez y el racionamiento de las panaderías, resume a su vez un conjunto de
factores históricos, culturales y económicos que evidencian la cara más fea del
rentismo: la dependencia alimentaria de rubros que no se producen en el país,
la cartelización de su producción y distribución en pocas empresas, la
homologación cultural del consumo de pan al trigo y su deterioro cuando caen
los precios del petróleo.
Desde la puesta en
marcha de la Venezuela Saudí, el control de este rubro y sus distintos
derivados (harina panadera, para pastas, galletas, tortas, chucherías, harina
para consumo doméstico, harina para producción de panes de perro caliente o
sándwich, etc.) se vino concentrando en pocas empresas, aumentando su capacidad
de control sobre el ciclo importación-producción-distribución.
Control oligopólico de la harina de trigo
Una investigación de la Asociación de Molinos de Trigo
(Asotrigo), presentada en 2013, refleja que sólo cuatro empresas controlan el
78% del mercado de la harina de trigo en Venezuela, y específicamente, el
mercado de harina de uso industrial para fabricar panes. Agrupan más del 50% de
los molinos que funcionan en el país (12 en total) y los principales canales de
distribución para las 10 mil panaderías existentes en el país.
Estas empresas son: la
corporación Cargill, Monaca (perteneciente al grupo mexicano Gruma), Molinos
Carabobo (Mocasa) y Molvenca de las empresas Sindoni.
Cargill controla, según
esta investigación del gremio empresarial, 27% de la cuota de mercado, Monaca
el 26%, Mocasa 15% y Molvenca 10%. Entre todas suman el control del 78% de la
cuota total del mercado de trigo y de la harina panadera de uso industrial. El
restante 22% está distribuido en empresas molineras y fabricantes de productos
a base de trigo de pequeño tamaño, como Molinos Hidlago, Siseca, Faparca,
Pastas Capri, La Lucha y Pastas La Especial.
Específicamente en esta
línea de derivados, Cargill es propietaria de las marcas Rey del Norte, Águila
y Gramoven, que se comercializan en sacos de 45 kg para la industria
panificadora y las panaderías. Monaca distribuye la harina de uso industrial
Robin Hood, comercializada en sacos de 20 kg. Molvenca por su parte es dueña de
las marcas La Soberana y La Reina, igual en presentaciones de 45 kg.
Directivos y propietarios
Según el registro nacional de contrataciones, el
presidente de Cargill en Venezuela es Jon Ander Badiola, quien a su vez es
presidente de Venancham, la casa representante de los intereses comerciales de
las corporaciones estadounidenses en Venezuela. En distintas oportunidades el
presidente Nicolás Maduro ha acusado a Venancham de ser uno de los actores principales
de la guerra económica contra Venezuela, por ser el ente que concentra y dirige
los intereses de las transnacionales que ocupan sectores estratégicos dentro de
la economía nacional (industria farmacéutica, alimentaria, productos de aseo
personal, etc.).
Monaca (perteneciente al
grupo empresarial mexicano Gruma) tiene como presidente de operaciones en
Venezuela a Henry Castro, quien sustituyó hace pocos años a Nicolás Constantino
(presidente de Asotrigo), quien también forma parte de la junta directiva de
Monaca. En abril del año pasado, el sindicato de esta empresa tramitó una denuncia ante el
Ministerio Público para que se investigara a Castro por la desaparición de 550
toneladas de trigo existentes en los inventarios de la empresa, destacando que
la gobernación del estado Zulia y los cuerpos de seguridad del Estado ejercen
la vigilancia correspondiente.
En Venezuela más han logrado las
corporaciones con la comida que con las armas
Mocasa por su parte es
propiedad, según el registro nacional de contrataciones, de
Inversora Baspass (75% de las acciones) y Mario Gomes Camacho (25% de las
acciones), ambos nombres son opacos y no es muy amplia su información fiscal.
Como presidente de la empresa figura Giovanni Basile Passaalacqua, quien a su
vez aparece en los Panamá Papers con dos empresas offshore registradas
en Nevada, Estados Unidos (Gold Lake LLC y Diamond Lake LLC). Una empresa offshore operativamente
hablando es utilizada para evadir impuestos, lavar capitales y ocultar las
operaciones financieras de un negocio, lo que jurídicamente cabe como un acto
de corrupción.
Monvelca-Empresas
Sindoni es, como su nombre lo indica, propiedad la familia Sindoni, una de las
familias italianas con mayor peso económico en Venezuela desde mediados del
siglo XX. En el año 2013 Giussepe Sindoni, presidente y dueño de la empresa, demandó al diario mayamero El Venezolano por
acusarlo sin fundamentos de lavado de dinero y actos de corrupción en 2012.
Sindoni reclamó 15 mil dólares por daños y prejuicios ante una corte de
Miami-Dade.
Distribución tercerizada
Una investigación realizada en el año 2006 evidenció cómo
Cargill, en términos de distribución, era un deficiente por no decir menos.
Apunta el estudio: "No hay una buena utilización del transporte a los
despachos a las regiones de Oriente y Centro-Occidente, lo que encarece el
costo del flete". Asimismo Cargill no realiza la distribución de la harina
panadera, sino que la terceriza a empresas distribuidoras que hacen deficiente,
caótica y desorganizada la distribución, fomentando el bachaqueo y la reventa
irregular del producto.
Otro problema que señala
la investigación es que las zonas de Oriente, Los Andes y los Llanos la
distribución es aún más insatisfactoria, debido a que las zonas de despacho se
encuentran aglomeradas en la zona Centro-Occidente del país, complicando el
traslado oportuno de la harina panadera. Este problema es también constitutiva
de las tres otras empresas comentadas, ya que se ubican alejadas de centros
urbanos y zonas periféricas. La situación actual del pan de trigo puede
explicarse por la caída de los precios del petróleo o la estructura bachaquera
de distribución, como por esa disfuncionalidad de origen.
Pero esta estructura
irregular y paralela de distribución no es exclusiva de Cargill, sino del resto
de las otras tres empresas que controlan el mercado de harina de trigo y de las
empresas grandes en general, que también delegan la responsabilidad de las
rutas de distribución a empresas que no guardan ninguna relación corporativa
con ellas. Dando luz verde a la circulación caótica del producto y a la
captación y posterior reventa a precios exorbitantes por parte de mafias. Un
crimen perfecto.
Honor a la verdad
La situación actual del
pan de trigo sólo se puede entender a través de los múltiples factores
(económicos y culturales) que inciden en ella. En buena parte la caída de los
ingresos petroleros ha impedido importar todo el trigo que necesita una
población en aumento, aunque nunca se han dejado de realizar las compras
internacionales; en buena parte las panaderías que acaparan el trigo o lo mezclan
con otros derivados para hacer tortas y dulces; en buena parte estas empresas y
directivos que dominan un complicado sistema de distribución que caotiza el
flujo comercial de la harina de trigo; en buena parte la manipulación cambiaria
y la depreciación del salario que transforma la harina de trigo en un producto
de lujo, caro, expuesto al bachaqueo.
Pero lo que une a todos
estos factores son precisamente los patrones de consumo que moldearon la
alimentación del país desde la colonia, pues el trigo es también la narrativa
de la dependencia y de la invasión cultural de Venezuela por parte de las
corporaciones en el siglo XX, a quienes no les hizo falta tanques y armamento
sofisticado para moldear al país según sus estándares, medidas e imitación de
necesidades, y más aún si tenían de aliados a actores políticos tan
antivenezolanos como los de la Cuarta República.
Encontraron en el imaginario y consumo de trigo (que
también remite a la idea de progreso y desarrollo, imitación de la dieta
europea y gringa, en cada mordisco) su método más tecnificado de control
económico y cultural, ese candado ideológico que se ubica en el estómago y nos
ata a los grilletes de las panaderías. En la mina Venezuela más han logrado las
corporaciones con la comida que con las armas.
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