El gobierno de Colombia y la última
guerrilla activa de ese país, el ELN, empiezan este miércoles a
negociar a puerta cerrada un acuerdo de paz en Ecuador, tras la mediática
ceremonia inaugural de la víspera.
“Mesa con Eln nos llena de optimismo.
Nuevas generaciones y víctimas merecen que diálogos avancen y alcancemos la paz
completa”, escribió en Twitter el presidente Juan Manuel Santos.
Flamante Nobel de la Paz por el pacto
firmado en noviembre con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC,
marxistas), el mandatario busca negociar un acuerdo similar con el
Ejército de Liberación Nacional (guevarista) para poner fin a más de
medio siglo de guerra interna.
“Este no será un proceso exprés, pero
tampoco de discusiones interminables”, advirtió sin embargo Santos, que dejará
el poder en agosto de 2018.
El martes por la tarde, después de tres
años de contactos secretos y varios meses de demora, delegados de su gobierno y
de la guerrilla instalaron formalmente las negociaciones en una elegante
hacienda jesuita a las afueras de Quito, ante más de 60 medios de comunicación
nacionales e internacionales.
“Estamos ante la oportunidad
de, por fin, pasar la página de la guerra”, dijo el jefe
negociador del gobierno, Juan Camilo Restrepo, en una tarima en la que también
estaban representantes de los garantes Ecuador, Brasil, Chile, Cuba, Noruega y
Venezuela.
“Enfrentamiento fratricida”
“Aquí acudimos dispuestos a lograr una
salida política. Nos alienta la esperanza de la mayoría de los colombianos de
ponerle fin al enfrentamiento fratricida”, declaró por su parte Pablo Beltrán,
nombre de guerra de Israel Ramírez, jefe negociador de los rebeldes.
Ambas partes se sentarán a debatir a partir
del miércoles a puerta cerrada en esa hacienda de Sangolquí, aunque poco se
sabe de la dinámica de las negociaciones y nada de su duración.
En Ecuador se celebrarán la
primera y la última ronda de negociaciones. El resto se prevé en
los otros países garantes.
Las conversaciones, con una agenda de seis
puntos, se iniciarán con dos temas de manera simultánea: “las dinámicas y
acciones humanitarias”, y “la participación de la sociedad en la construcción
de la paz”.
En una sobria ceremonia de
menos de una hora de duración, ante 150 invitados, el
gobierno planteó el espinoso tema de la retención de personas por parte de la
guerrilla, que ha mantenido en suspenso el inicio de las conversaciones.
“Sin esta decisión (de renunciar al
secuestro) por parte del ELN, será muy difícil avanzar en la construcción de
acuerdos”, advirtió Restrepo.
Entretanto, el ELN pidió al
gobierno que asuma su “responsabilidad” en la conflagración interna que ha
desangrado a Colombia y ha involucrado a guerrillas, paramilitares y fuerzas
estatales, dejando 260.000 muertos, 60.000 desparecidos y 6,9 millones de
desplazados.
“Optimismo moderado”
“En el discurso de Beltrán, el ELN se reconoce como victimario y
van a pedir perdón y le piden al Estado y a los demás que también pidan perdón.
Esto es un paso adelante”, explicó a la AFP Ariel Avila, de la Fundación Paz y
Reconciliación.
Para Frédéric Massé, politólogo
de la bogotana Universidad del Externado, “la ceremonia invita a un optimismo
moderado, porque a pesar del tono apaciguador de las declaraciones, las
dos partes se mantienen firmes en sus posiciones”.
La instalación de la mesa con el ELN,
alzado en armas desde 1964 y única guerrilla activa del país -con unos 1.500
combatientes y varios miles de milicianos-, coincide con la implementación del
acuerdo con las FARC, que demoró cuatro años en firmarse.
Pero las dos partes insisten en
que los dos procesos son independientes, pues se trata de dos organizaciones
distintas: el ELN tiene una estructura federada y cuenta con una
mayor base social que las FARC, cuya estructura ha sido más vertical y ha
tenido mayor capacidad de fuego.
El énfasis de las FARC en las negociaciones
de paz estuvo en el desarrollo agrario y la repartición de tierras, mientras
que el del ELN es la participación de la sociedad en los diálogos.
“EL ELN tiene reivindicaciones un poco más
fundamentalistas que las FARC (…), quiere cambios mucho más profundos. No se
presenta como un representante del pueblo, sino como un mediador. “, explicó
Massé, experto en conflicto armado.
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