Los antagonistas más poderosos del
planeta tienen fuertes ideas de cómo gestionar el mundo globalizado, pero
¿acaso ninguno se pregunta hacia dónde va la especie humana con el
desarrollismo como dogma?
Dos discursos han sido celebrados y
vilipendiados en los primeros días de 2017, tomados como hojas de ruta con
implicaciones globales. El de Xi Jinping, presidente de la República Popular de
China, en el Foro Económico de Davos, y el del presidente 45º de los Estados
Unidos, Donald Trump, durante la ceremonia de inauguración de su cargo.
Como primera batalla de declaraciones
presidenciales, ambos tienen defensores y detractores en la arena
comunicacional 2.0 a nivel global. Se podría sugerir que el discurso de Trump
fue una evidente respuesta a lo dicho por Xi Jinping en Suiza.
El presidente gringo repitió lo
que ha sido desde el comienzo el plan de la gente que está detrás y con él:
reindustrializar a los EEUU. El celebrity deathmatch que estamos
presenciando en vivo y en directo es la lucha inter-élite por el poder del
Imperio estadounidense adentro, y que tiene como principal eje reorganizar
el Pentágono por completo. Busca, según la jerga economicista, un
proteccionismo económico, pragmático, de regularización bancaria. Cuando dice
que quiere hacer de "America" grande otra vez, habla del fracaso de
la financierización del sistema como forma de acumulación y como subjetividad
colectiva, pero sobre todo habla de volver a los años en que Hollywood vende
como sus décadas doradas: el del capitalismo fordista y sus distintas
expresiones económicas, sociales, políticas e incluso culturales. Un
capitalismo antes del quiebre del patrón oro (decretado por Richard Nixon,
15OCT1971) y la deuda como burbuja, pero actualizado a los problemas y fobias
del siglo XXI.
¿Veremos otra vez a niños proletarios
en serie pateando latas de sardina, abusados por la violencia industrializada
como en el breve cuento de Osvaldo Lamborghini, manchados de aceite hasta
las mejillas y uñas y con los hombros cabizbajos al salir de las grandes
fábricas por construir en el llamado Cinturón de Óxido, escenario
principal de la Great America II?
Decenas de guerras han promocionado
los EEUU, y ahora sectores antagónicos de la élite estadounidense están en
pugna por el coroto endeudado, pauperizado, criminal que dejaron las últimas
presidencias como legado. El puesto de gendarme excepcional aún está en
discusión a lo interno de ese país.
El presidente chino por su parte
hizo una defensa acérrima de lo que él llama una globalización
"inclusiva", una visión que contiene mucho las palabras equilibrio,
desarrollo, nuevas tecnologías, crecimiento económico, asociación, inversión,
libre mercado. El Partido Comunista de China ha incluido en su mantra
institucional caminos capitalistas para llegar a destinos socialistas, según la
nomenclatura.
Y los chinos tienen una respuesta a
las preguntas sobre gobernanza económica, desigualdad social y coordinación e
interconexión para el desarrollo de ese modelo que busca una regionalización
del mundo y la confrontación con los poderes financieros transnacionales (Wall
Street), según el economista ruso Mikhail Khazin. Esa respuesta se
llama Un Cinturón, Una Ruta (One Belt, One Road), mejor conocida como las
Nuevas Rutas de la Seda.
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Nuevas Rutas de la Seda |
Se supone que estas rutas comerciales
son para dar y recibir, donde la situación ganar-ganar capitalistamente es
posible. Supone una administración diferente del capitalismo.
El mundo en esta fase globalizada
pareciera tener varios paliativos para una crisis existencial del sistema
capitalista. Invadió y saqueó todo lo que pudo en tiempo récord. La dinámica
expansiva del capitalismo ha conocido el tope territorial, e incluso ha
modificado la biosfera.
Uno no sabe hasta qué punto un
capitalismo a lo chino sea tan sustentable como uno anglosajón. Lo que parece
inevitable es la guerra que sustenta la actual economía financiera dominante en
el mundo. Consecuencia justamente de aquel fordismo de la Great America y la
globalización neoliberal.
Los
límites y los callejones sin salida civilizatorios
En las novelas de Raymond Chandler,
que son realmente crónicas ficticias de aquel país estadounidense sumergido en
el capitalismo fordista y la gestación de mafias como cultura vital, se pueden
leer que eso llamado economía no obedece ni a leyes, patrones o convenciones.
"El dinero agudiza la memoria", dice un personaje de Adiós,
muñeca. Todo es perfectamente corruptible.
La alianza entre ciertos sectores de
Wall Street, los neoconservadores estadounidenses y el complejo
industrial-militar, justamente los aglutinados en el vencido Team Clinton, se
ha tratado de encargar de que la memoria se queme en las hogueras de las bombas
y las metrallas de los yijadistas, y de que la mercancía se sienta como un
apéndice necesario en cada individuo, sin falta.
Para ello todos los acuerdos hechos
por la élite en los últimos cien años han sido violados, empezando por los
asuntos de la guerra y la macroeconomía. La crisis de este mundo globalizado es
el de un modelo político que caducó en sus métodos y aspiraciones.
De esto se ha dado cuenta la única
clase que entiende su papel en este punto histórico, por lo que mantiene los
mismos mecanismos que la han llevado a ese rincón excepcional para
reorganizarse en su afán de acumulación. El FMI ha llegado a afirmar que
el neoliberalismo es un fracaso. El sistema es ineficiente: esta verdad de
perogrullo pretende vender otras opciones civilizatorias ya desgastadas, pero
¡eh! no te me salgas de las fronteras del capitalismo, por favor.
Algunos científicos de diversos campos
ideológicos y de trabajo han venido hablando del inevitable colapso del
sistema. La energía de alta calidad (baratos y abundantes) requiere recursos
finitos de combustible fósil; los ecosistemas de que nos beneficiamos como
especie se desequilibran (agregar el cambio climático y extinción masiva de
biodiversidades); la incapacidad estructural del capitalismo de acogerse a los
límites físicos del planeta y la aceleración constante en la acumulación y
sustracción de riqueza; los costos energéticos-tecnológicos-informativos crecen
más rápido que sus beneficios; la alta conectividad y la existencia de nodos
claves muy vulnerables en finanzas, producción y consumo globales, ciudades;
parecen todas variables repartidas como erigidas piezas de dominó: una se cae e
inmediatamente el mundo globalizado se aqueja con la fiebre del colapso.
Pero la superación del modo de
producción capitalista no está contemplado, aunque los chinos crean
paradójicamente otra cosa. Mucho menos una visión de producir mundo en el que
la guerra no sea un modelo para armar. El desarrollismo es un círculo
opulento, ambicioso, vicioso.
Las actuales peleas entre los sectores
de la élite Imperio adentro; el Brexit y las consecuencias de una insostenible
como está Unión Europea; el crecimiento comercial y geopolítico de los euroasiáticos;
son todos escenarios cuyos "acontecimientos en pleno desarrollo"
estamos experimentando en esta hora global. Y todos están reacomodándose por
que deben prepararse para un escenario de guerra definitivo con las botas bien
puestas.
Mientras tanto, Venezuela no ha podido
ingresar en las grietas que provee la actual crisis sistémica como una opción
alternativa a toda lógica capitalista. Salvo la labor de Nicolás Maduro de
ejercer la diplomacia del petróleo con países OPEP y no OPEP, la posición del país
en el mapa geoeconómico sigue siendo el moldeado por el clan Rockefeller y cía
desde hace décadas. El botín petrolero sigue abierto a las pretenciones de la
Exxon Mobil, que ha conseguido meter a su presidente Rex Tillerson de
secretario de Estado en la nueva administración estadounidense.
El atajaperros global con los
intereses de la Exxon Mobil son compatibles con los deseos puntofijistas de la
MUD, por lo que no son descartables ciertas maniobras transnacionales
contra Venezuela -aunque con Trump nada se sabe aún- que buscarían pescar
en río revuelto local e internacional. El caos también es una agenda de (parte
de) la élite.
La colisión es inevitable, y mientras
las mayorías (venezolanas y globales, la apelación es amplia) no concibamos una
alternativa civilizatoria distinta el futuro parecerá cosa del pasado.
Porque todos los caminos planteados
por los llamados líderes mundiales dirigen a un mismo callejón sin salida: el
capitalismo con el orden civilizatorio a conveniencia del hegemón
circunstancial. Las opciones no son muchas porque "los muchos" no
tomamos las decisiones.
Así, pues, la historia parece necia en
repetirse primero como tragedia, luego como farsa. Los diversos caminos que se
contemplan buscan una refacción del sistema global pero el fondo sigue la misma
ruta, hacia el mismo callejón sin salida.
Hasta nuevo aviso.