Camilo Cienfuegos fue una de las legendarias figuras de la Revolución Cubana/ Foto: Archivo
El 6 de febrero 1932, hace 85 años,
nació en La Habana, Cuba, Camilo Cienfuegos Gorriarán, revolucionario
cubano quien, junto a Fidel Castro, el Che Guevara, Raúl Castro y Juan Almeida,
fue una de las figuras más emblemáticas de la Revolución Cubana, fundador del
Ejército Rebelde y uno de sus jefes principales durante la Guerra de Liberación
Nacional contra la dictadura de Batista.
Conocido como "El Comandante
del Pueblo", "El Señor de la Vanguardia", "Héroe de
Yaguajay" o "el héroe del sombrero alón", desde 1954 formó parte
de grupos universitarios contrarios al régimen de Batista, por lo que fue
fichado por la policía política y hubo de emigrar a Estados Unidos y luego a
México, donde se integró en el grupo revolucionario que organizaba Fidel
Castro.
Acompañó a Fidel en el viaje del
Granma, tras el cual ambos desembarcaron en Cuba en 1956 para establecer un
foco guerrillero en el este de la isla. Durante la ofensiva final contra la
dictadura de Batista, Cienfuegos dirigió la llamada «Columna Antonio Maceo»,
que fue la primera unidad de los insurgentes que abandonó el refugio de Sierra
Maestra. En unión con el Che Guevara, libró la decisiva batalla para tomar
Santa Clara (1958), tras la cual les quedó expedito el camino hacia La Habana,
donde entraron triunfantes el 2 de enero de 1959.
Camilo Cienfuegos no podría ver los
frutos de la Revolución por la que tanto había luchado, pues murió en un
accidente de aviación en aquel mismo año, el 28 de octubre de 1959, cuando
regresaba a La Habana. Tras ser requeridos sus servicios para organizar las
fuerzas revolucionarias de Camagüey, el avión en que viajaba desapareció sin
que nunca se encontrara ningún rastro del mismo.
La legendaria figura de Camilo
Cienfuegos Gorriarán, el Señor de la Vanguardia, el Héroe de Yaguajay, se
acrecienta con el paso del tiempo. Entre sus muchas virtudes sobresalieron su
fidelidad a la Patria, a la Revolución y a Fidel. Su humilde extracción social,
su temperamento jovial y su sonrisa franca, con la que ganaba amigos desde el
primer encuentro, lo convirtieron desde muy temprano en uno de los más
carismáticos dirigentes de la Revolución Cubana.
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