Estefanía*
es la madre de dos adolescentes que fueron abusados sexualmente hace ocho años
por el sacerdote William Mazo. En ese entonces eran dos niños de 9 y 12 años,
embelesados por un hombre de sotana y de Dios que prometía amparo y ayuda. Hoy,
Estefanía está indignada. Siente rabia, impotencia. Mientras en el mundo entero
se siguen destapando escándalos de pederastia protagonizados por la Iglesia
católica —el último fue en Australia, donde se habla de al menos 4.500 casos
denunciados—, en la Arquidiócesis de Cali se acaba de esgrimir una nueva tesis:
que si un cura abusó de un niño, la culpa es de los padres.
Ella y sus
hijos viven en el Alfonso Bonilla Aragón, un barrio del oriente del Cali en el
que predominan las madres solteras que se emplean en casas de familia, como
Estefanía, quien no oculta en lo más mínimo su molestia por la respuesta que la
Arquidiócesis de Cali le envió, el pasado 30 de enero, al Juzgado 22 Penal de
Conocimiento de Cali. Allí está en curso un incidente de reparación desde que
la justicia confirmó que el sacerdote William Mazo era responsable de haber
abusado de cuatro niños. Los padres de ellos cuatro, dos abuelas y un tío
pidieron ser indemnizados por los daños morales que había traído tan grave
delito. ¿Cuáles daños morales?, preguntó la Arquidiócesis.
“La conducta
del señor Mazo Pérez no puede mirarse de manera aislada”, le dijo al juez 22
penal la Arquidiócesis de Cali a través del abogado Walther Collazos. “Hoy su
despacho debe mirar si la participación de las hoy llamadas víctimas indirectas
(padres, abuelas y tío) fue la más coherente al sentido común (…) y el juicio
de reproche sobre si se hizo como familia lo que se tenía que hacer”. Para el
abogado, la cuestión es: “¿Se actuó con el sumo cuidado preventivo?” O, por el
contrario, “¿se fue laxo, permisivo, omisivo, abandonado y desinteresado y hoy
concurren ante un juez para aprovechar un hecho dañino de un tercero y fungir
como víctimas indirectas?”.
Estefanía no
entiende cómo un abogado de la curia “se atreve” a asegurar que ella y sus
compañeros en esta lucha están “fungiendo como víctimas”. Su dolor, dice, es
real. “Recordar esto es muy horrible. El cura empezó con que él ayudaba a los
niños para que fueran monaguillos y se los llevaba para que lo ayudaran en la
eucaristía, formó una banda marcial para que no estuvieran en la calle, porque
por acá se ve mucho niño en la calle mientras los padres trabajan”. En su caso,
cuenta, su hijo mayor sólo se quedó dos veces en la casa cural: la primera, con
su permiso, y la última, “volado”. Esa última vez, además, se llevó a su
hermano menor.
Tenerlos dos
veces bajo el mismo techo fue suficiente para que el sacerdote
William Mazo abusara de ellos. Cuando el hermano de Estefanía encontró a sus
sobrinos en la casa cural y se los llevó, ella insistió hasta que el más
pequeño le confesó lo que había pasado la noche anterior. Le dijo cómo el
sacerdote les había hecho quitar la ropa, los había puesto en fila, y tantas
cosas más la Fiscalía determinó como “acceso carnal abusivo con menor de 14
años agravado en concurso homogéneo y sucesivo”. Las víctimas probadas fueron
los dos hijos de Estefanía, un medio hermano de ellos y un primo de este
último. Ninguno pasaba de los 12 años.
En el
juicio, que tuvo lugar en el mismo Juzgado 22 Penal de Conocimiento de Cali
donde ahora se tramita este incidente de reparación, se supo que Mazo convencía
a los niños de estar con él a cambio de regalos, dinero e invitaciones a comer.
A veces se los llevaba de paseo con toda la banda marcial, para evitar
sospechas. Él negó los cargos, pero dos psicólogas, una médica forense, dos
cirujanos, un investigador criminalístico y una trabajadora social de Bienestar
Familiar certificaron los relatos de los cuatro niños y explicaron, desde sus
ciencias, por qué sus versiones eran ciertas. El sacerdote William Mazo sí
había abusado de ellos.
Por eso fue
condenado en primera y segunda instancia a 33 años de cárcel. La Corte Suprema
no quiso revisar su caso, por lo que la condena quedó, dicen los juristas, “en
firme”. Lo que las familias de los cuatro niños buscan ahora es que la justicia
reconozca, además, que ellos deben ser indemnizados por tanto sufrimiento. La
Arquidiócesis de Cali, sin embargo, cree que “no se ha probado el daño
manifestado y la cuantificación del mismo” y que, en lo que respecta a este
caso, “debe declararse la inexistencia de un daño personal, cierto, directo e
injusto que dé lugar a la indemnización reclamada”.
Otro de los
argumentos de la Arquidiócesis de Cali para rechazar la demanda de reparación
es que el sacerdote William Mazo pertenecía a la Arquidiócesis de Santa Fe de
Antioquia desde 1998. “No está incardinado ni recibió formación en la escuela
(Seminario Mayor) de la Arquidiócesis de Cali”, dice el documento de 26
páginas. “(Es) totalmente distinto a la calidad de persona formado y ordenado
en la Arquidiócesis de Cali”. ¿Y si el sacerdote sí perteneciera a esa
Arquidiócesis? También hay respuesta: la Arquidiócesis indica que las funciones
de los clérigos que debe vigilar son, por ejemplo, “que los fieles laicos sean
adoctrinados en las verdades de la fe, sobre todo durante la homilía”. Nada
más.
El punto más
polémico, no obstante, sigue siendo la responsabilidad que la Arquidiócesis
deposita en los padres de los niños abusados. “Se solicita se tenga en cuenta
lo dispuesto en los artículos 2348 y 2357 del Código Civil, por existir una
omisión directa de los hoy reconocidos como víctimas indirectas en el actuar
del señor Mazo Pérez, ya que violaron el deber de cuidado, deber de custodia,
salvaguarda, vigilancia y protección hacia los hijos y familiares (…) que en
esa época contaban con 10 u 11 años de edad”. Según el documento, se trataba de
menores “bajo el imperio de la institución de la familia”, víctimas de un
“exceso de confianza y pasividad” de sus guardianes.
Desde el año
2000, miles y miles de casos de abusos por parte de sacerdotes católicos se han
conocido a lo largo y ancho del planeta. En un principio, la Iglesia católica
negó que algo así hubiera ocurrido. Luego, admitió las violaciones. Después, en
una movida osada para una institución tan vertical y estática, empezó a pedir
perdón. Ahora, en Cali, se culpa a los padres. “Con monseñor Darío de Jesús
Monsalve nos reunimos recién posesionado, nos dijo que era nuevo, que apenas se
estaba enterando del caso. Tuvimos varias reuniones y siempre nos pidió
disculpas. Ahora queremos que se retracte. No es posible que esa sea la
respuesta de la Arquidiócesis”, concluye Estefanía.
Ella, así
como los demás familiares que a los ojos de esta Arquidiócesis son
"culpables" del abuso que soportaron sus hijos, estarán el próximo 1º
de marzo haciendo un plantón frente a la sede de esta institución religiosa.
Exigen que su representante, monseñor Monsalve, un hombre que se ha hecho
públicamente notorio por hablar de paz y por recibir amenazas tras
hacerlo, cambie de postura y admita que ellos, víctimas como sus niños, no son
los culpables del infierno al que el párroco William Mazo los envió.
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